TECNOESTRÉS: Un nuevo factor de riesgo para la seguridad y la salud del trabajador
La rápida expansión de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en el ámbito laboral y las exigencias que estas demandan a un gran número de trabajadores, han dado lugar a la aparición de un nuevo riesgo para la seguridad y la salud directamente relacionado con los efectos psicosociales asociados a su uso. El término tecnoestrés hace referencia a una “enfermedad de adaptación” (Craig Brod. 1984), un estado psicológico negativo como consecuencia de la falta de competencia percibida por el trabajador para relacionarse con dichas tecnologías de un modo “saludable”.
Los síntomas más comunes se relacionan con la aparición de sentimientos negativos como la pérdida de autoestima, falta de motivación por el trabajo, bajo rendimiento, fatiga mental, ansiedad, miedo (a tocar una tecla equivocada y perder o dañar información), dificultades en la memoria y en la concentración, entre otros.
Ahora bien, su probabilidad de desarrollo y el grado de impacto sobre el trabajador dependerán en gran medida de sus habilidades para el manejo de esas tecnologías, de los cambios producidos en el puesto de trabajo a consecuencia de esa tecnificación y de la manera en que la organización implemente dichas tecnologías en la actividad laboral.
Dado que el avance tecnológico es inevitable, los departamentos de Seguridad y Salud deben desarrollar métodos de intervención que reduzcan el riesgo de esta nueva realidad laboral. En este sentido, el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo (INSHT) recomienda el uso de estrategias que puedan aplicarse tanto a nivel individual como organizacional.
Como ocurre con la gestión del estrés en general, el trabajador, individualmente, puede utilizar técnicas para tratar de cambiar la emoción (tecnoansiedad y/o tecnofatiga): relajación, meditación, control de la respiración, etc., pero es la propia organización la que debe prever las posibles consecuencias de la introducción de las TIC y establecer los mecanismos necesarios para prevenirlas.
Sin duda, la formación específica constituye una de las técnicas de prevención por excelencia y, por ello, la propia Ley de Prevención de Riesgos Laborales (1995) en su artículo 19 destaca: «el empresario deberá garantizar que cada trabajador reciba la formación teórica y práctica, suficiente y adecuada, en materia preventiva, tanto en el momento de su contratación como cuando se produzcan cambios en las funciones que desempeñe o se introduzcan nuevas tecnologías…» .
Por ello, adquirir competencias digitales es una de las estrategias más potentes para afrontar este cambio: proporcionan al trabajador una mayor flexibilidad mental y capacidad de adaptación a los nuevos entornos, conocimientos y habilidades, lo que le permitirá un uso seguro y eficiente de las nuevas tecnologías, así como el desarrollo de una actitud activa, crítica y realista hacia los medios tecnológicos, valorando sus fortalezas y debilidades, sin olvidar que la competencia digital implica la participación y el trabajo colaborativo, así como la motivación y la curiosidad por el aprendizaje y la mejora continua.